miércoles, 21 de febrero de 2024

¿Escuelas asépticas?

 Lo que a continuación sigue pretende ser una respuesta al artículo publicado en El Salto bajo el título "¿Escuelas asépticas y docentes tecnócratas?"https://www.elsaltodiario.com/educacion-publica/escuelas-asepticas-docentes-tecnocratas?&utm_medium=social&utm_campaign=web&utm_source=facebook&fbclid=IwAR1Kd7EAB8IEFcPsVM6BPp0By5SVK3oTUxjhd9SWxIdSR2Q4zFNg93gnOg4  

Me parece interesante dialogar con este artículo, así que coloco en primer lugar mi respuesta. Ya sé que debería ser al revés, pero soy muy torpe en el uso de las redes, así que ruego leáis primero el artículo, y después el siguiente comentario.

Me he permitido exponer sucintamente dos discrepancias y dos acuerdos con el artículo que comparto:
“Hacen falta profesores independientes y libres de presiones: funcionarios.” Primera discrepancia. Me parece interesante la defensa del funcionariado docente como garantía contra presiones políticas e ideológicas, pero la encuentro claramente insuficiente. La mayoría de los funcionarios docentes son dóciles, acríticos y más o menos acomodaticios. Hay mecanismos de control más sutiles y, probablemente, eficaces.
“Si quieres educación privada, te la pagas: NO”. Primer acuerdo. La anterior afirmación se queda corta, aunque, para empezar, ya sería un buen avance.
“En los institutos, los profesores somos meros técnicos de la asignatura X, que enseñan saberes parcelados. Predomina la practicidad. Arrinconamos las humanidades, laminamos la filosofía y todo lo que aliente el pensamiento crítico” Segunda discrepancia. Especialmente con las últimas palabras. Impulsar las humanidades no garantiza en absoluto la promoción del pensamiento crítico. Aduzco dos argumentos:
1. No hay más que mirar hacia atrás. La enseñanza pretérita, con muchas más horas de “humanidades”, sirvió para formar élites dóciles y acríticas. Cuidado con el mito de la Edad de Oro.
2. Todos conocemos profesores que han enseñado Latín, Griego, Filosofía, Historia, etc. de manera absolutamente memorística y acrítica, mientras que algunos profesores de ciencias plantean a su alumnado problemas estimulantes, creativos y de gran relevancia social. Tal vez la clave no se halle tanto en la elección de materias (aunque algo tiene que ver) como en los objetivos, métodos y contenido de cada una.
“No podemos cambiar la escuela sin cambiar la sociedad, ni la sociedad sin cambiar la escuela”. Segundo acuerdo. Esto se olvida en muchos análisis de la educación, muy especialmente la primera frase. Eso sí, las consecuencias son de enorme envergadura: cambio escolar y social en paralelo y en continua interacción. Ahí es nada. ¿Cómo? Aquí comenzaría un largo y profundo debate.